Detrás de una golosina, como son los caramelos y chicles, existen complejos procesos de elaboración y formulación, en los que interviene un amplio abanico de ingredientes, cuyo uso está regulado por la “Norma de calidad de caramelos, chicles, confites y golosinas”, que asegura que se trata de alimentos totalmente seguros¿Hay frase más amigable, que la de “quieres un caramelo” o “quieres un chicle? Y es difícil no contestar con un expresivo: ¡Sí gracias! Y es que estos pequeños alimentos no solo son un disfrute para el paladar, sino que, como veremos a continuación, son seguros y una forma natural de ingerir la energía que necesita el organismo.
El caramelo es un alimento preparado generalmente en base al azúcar (sacarosa) y se fabrica mediante un proceso de cocción de azúcares. Aunque su consumo puede ser como líquido, añadido encima de flanes y postres, el caramelo solidificado, se consume habitualmente dejándolo deshacer lentamente en la boca.
A los caramelos pueden añadírseles diferentes ingredientes con distintos sabores y olores de frutas, plantas o aromas vegetales.
En la fabricación industrial de caramelos se suelen usar como materias primas el azúcar, la glucosa y la fructosa y el agua, que debidamente mezclados en las proporciones adecuadas, generan un jarabe (almíbar), que posteriormente se cuece a altas temperaturas. Mediante una evaporación rápida se elimina el agua presente en el jarabe cocido, quedando una pasta de caramelo que puede ser modelada con diferentes formas. El enfriamiento ulterior provoca la cristalización de la masa, formando el caramelo.
Existen también los “caramelos sin azúcar”, para reducir su nivel calórico y hacerlos factibles de consumir por diabéticos y personas que observan dietas hipocalóricas, en este caso se sustituyen la sacarosa, la glucosa y/o la fructosa, por edulcorantes intensos, tales como los glicósidos del esteviol (E960), la sacarina (E954), la sucralosa (E955), el aspartamo (E951) o el último y más dulce edulcorante, el advantame (E969), con un poder edulcorante 20.000 veces más dulce que el azúcar, sin producir obesidad, ni cariogénesis en la dentadura. También se incorpora la miel y el colorante denominado “caramelo”, el aditivo alimentario E150.