Los ‘millennials’ no perciben la calidad de las conservas

El valor más asociado a esta categoría es la conveniencia

Las ideas que primero le llegan a los ‘millennials’ españoles al hablar de conservas de pescado son: comodidad, perdurabilidad, comida rápida, aperitivo, aburrido, bien envasado. Así lo refleja un estudio elaborado por Lantern, que señala que la conveniencia el valor más asociado a esta categoría y su uso más habitual es como complemento en ensaladas o pasta.

Por lo general, los jóvenes españoles menores de 30 años no asocian pescados o moluscos enlatados con productos excepcionales y tampoco perciben valores similares a través de las marcas o el envase. Además, debido al tipo de consumo que realizan, no consideran que las latas contengan un producto de alta calidad. Por esta razón, no tienen reparo en acudir a marcas propias, salvo si la ocasión lo merece.

Los momentos de consumo de la conserva tal cual, sin mayor elaboración que emplatar o añadir un poco de aceite, son siempre sociales: aperitivos, cenas o reuniones familiares. No se plantean abrir una lata para consumir directamente ellos solos. Distinto es el caso de la utilización de pescados como bonito, caballa o anchoas como ingredientes para la preparación de otro plato algo más elaborado o un bocadillo.

Resulta curioso que los ‘millennials’, considerados una generación de ‘early adopters’ en muchos aspectos, no buscan novedades y tampoco se muestran interesados en probar nuevos productos en conserva. Temen encontrar un producto o un sabor que no les va a gustar, aunque reconocen que sí lo harían tras una recomendación favorable de su entorno.

“Esta apatía quizá se deba también a que nos encontramos con un lineal del que no se espera nada nuevo”, remarcan desde Lantern. En este sentido, el estudio señala que cuando hay novedades, pasan desapercibidas o duran poco antes de que la tienda las descatalogue.

Finalmente, el envase de esta categoría suspende entre el público ‘millennial’. Ya sea en la lata de metal o con la caja de cartón, la estética dominante no convence a los jóvenes. Para unos es fundamental poder ver una imagen fiel del producto que van a consumir, mientras que otros se decantan por una estética muy trabajada que no muestre la comida.

Sobre el tamaño del packaging, los encuestados estiman que, para el consumo individual, en ocasiones una lata es demasiado grande y la falta de un sistema de conservación adecuado una vez abierta, provoca que finalmente no se abra o se termine tirando días más tarde.

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