Se trata de un ingenio que, instalado a bordo de los buques, elimina cualquier resto del parásito de los pescados eviscerados a bordo, cuyos restos ahora se tiran al mar contribuyendo a multiplicar la infestación en los caladeros
Uno de cada tres pescados que se venden en España está infestado por el parásito anisakis, según la Agencia Española de Consumo y Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) que, en el caso de la merluza, eleva la tasa al 90% de las capturas. Para evitar la alarma, muchos pescaderos ya retiran la parte contaminada, principalmente la zona de las ijadas, y la descuentan de la factura, al tiempo que nos recuerdan que eliminar el riesgo es sencillo: basta por cocinarlo (más de 60º durante un mínimo de 15 minutos) o congelarlo previamente (al menos 24 horas) para que desaparezca completamente el parásito. Aún así, sospechar que el dichoso gusanillo, aunque sea muerto, permanece enroscado en las partes nobles de nuestra merluza a la koskera puede acabar aguándonos el festín.
Un estudio publicado recientemente en la revista científica Nature apunta a España como el país europeo con mayor incidencia de los casos de intoxicación por anisakis, situación que no parece vaya a revertirse a corto plazo: la carga parasitaria en las capturas es cada vez mayor, hasta el punto de que, en muchos casos, la presencia de las larvas es tan abundante en la zona de la cabeza que han pasado a colonizar la masa muscular del pescado. Anisakis ha habido siempre pero, ¿por qué en los últimos años está creciendo de forma exponencial? La explicación hay que buscarla a bordo de los buques pesqueros que evisceran los pescados en alta mar, como paso previo a su congelación o refrigeración. Los restos, contaminados, se tiran por la borda y son ingeridos por otros peces, lo que acelera por la vía rápida la cadena de contagio