La miel podría ser una solución para el grave problema creciente de la resistencia bacteriana a los antibióticos, según anuncia un grupo de investigadores. Los profesionales médicos a veces utilizan con éxito la miel como un apósito tópico, pero podría jugar un papel más importante en la lucha contra las infecciones, tal y como han detectado los autores de un nuevo estudio que presentarán en la 247 Reunión Nacional de la Sociedad Química Americana, que se celebra en Dallas, Estados Unidos.
«La propiedad única de la miel se encuentra en su capacidad para combatir infecciones a varios niveles, lo que hace más difícil que las bacterias desarrollen resistencia –subraya la líder del estudio, Susan M. Meschwitz–. Es decir, utiliza una combinación de armas, como el peróxido de hidrógeno, la acidez, su efecto osmótico, la alta concentración de azúcar y los polifenoles, que matan activamente las células bacterianas». El efecto osmótico, que es el resultado de la alta concentración de azúcar en la miel, extrae agua de las células bacterianas, deshidratándolas y matándolas.
Además, varios estudios han demostrado que la miel inhibe la formación de biopelículas o comunidades de bacterias que causan enfermedades viscosas. «La miel también puede alterar la percepción de quórum, debilitando la virulencia bacteriana, lo que hace a las bacterias más susceptibles a los antibióticos convencionales», apunta Meschwitz.