Polvos de noni, copos de garbanzos, azúcar de abedul, pez rey, arroz balilla, guayabas de Málaga y fresas de Asturias. La llegada a nuestros mercados y súpers de frutas exóticas, hortalizas recuperadas del olvido o pescados desconocidos alimenta una era en la que prima el producto global o muy próximo, que es saludable y se come rápido: adiós pepitas, adiós espinas.
Entra en casa y pregunta qué hay de cena. Y desde la cocina cantan: de primero, ensalada de lechuga viva, minihortalizas, aguacate light y flores. De segundo, pez rey al horno con berenjenas chinas fritas y arroz balilla salteado. ¿Y de postre? Ensalada de frutas con babykiwis, moras gigantes y fresas de Asturias. De acuerdo, igual esta noche no deguste todas o alguna de esas delicias, pero no porque formen parte de un menú llegado del futuro o sacado de la ciencia ficción, sino porque tal vez no se ha dado cuenta de que todos esos productos (y decenas más que aparecerán en estas líneas) ya están disponibles en tiendas, puestos selectos de los mercados o en los estantes de súpers y herboristerías.
Hasta ahora y durante años, se ha hablado sin cesar de revolución alimentaria. Pero tal vez el término quede desfasado si se observa la endiablada velocidad a la que cientos de productos aterrizan en la cesta de la compra casi sin darnos cuenta, pensando que esa clase de tomate o aquel sirope para endulzar pasteles siempre estuvo ahí. Y no. Se trata de frutas y verduras, de carne y pescado que empiezan a tener aceptación amplia tras dos o tres años en el mercado. Otros productos son novísimos, recién llegados, vienen avalados por un cocinero o un gurú gastronómico. A veces tienen un origen vegetal: raíces de nombres que cuesta aprender, legumbres que están cambiando los conceptos nutrición y dieta. Los hay de fuera, importados, y los hay que son de aquí. Y cada vez más, los hay que son de fuera pero se cultivan aquí. Incluso emergen poco a poco variedades casi extinguidas que ahora asoman en las cartas de los restaurantes gracias a que alguien guardó unas semillas como oro en paño
El futuro ya está aquí, en el tenedor, en la cuchara, en el plato. La lista es interminable, pero es preciso recorrerla aunque sólo sea un trecho: polvo de raíz de maca, sirope de dátiles, sirope de yacón, de maíz y malta, azúcar de flor de coco, azúcar de abedul (el famoso xylitol de los chicles), harinas que están mejorando la panadería y la pastelería como las de fonio o coco, harinas precocinadas de cebada y arroz, algas como la clorella o la espirulina que se sirven en polvo para preparar batidos…
Los copos de maíz ya han hecho un hueco a los de soja, garbanzos, judías azuki, castaña, arroz o harina de teff. Hablar de pasta seca de trigo sin más es casi ridículo a tenor de todas las variedades con distintos cereales que surgen constantemente. Y lo mismo con los tipos de arroz, sal, aceite, vinagre… Todo ello se observa a simple vista dando un paseo por los pasillos de algunos supermercados biológicos, cuyos productos marcan las tendencias alimentarias del presente más inmediato y del futuro más próximo