Se solicita que el etiquetado de los distintos tipos de aceite no confunda al consumidor

El Ministerio de Agricultura ha publicado un informe en el que asegura que el 63% de los hogares no diferencia el aceite de oliva virgen extra del resto de aceites de oliva.

Recientemente, el Ministerio de Agricultura comprobó que el 63% de los hogares y el 55% de los establecimientos de hostelería no conoce las cualidades ni diferencia el aceite de oliva virgen extra del resto de aceites de oliva. Este asunto ha sido precisamente uno de los caballos de batalla de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) de Málaga: la claridad en la denominación de los productos que ponemos en el mercado. “El aceite de oliva debería ser un producto muy conocido por los consumidores pero, dada la complejidad de los etiquetados, muchos de ellos, incluso me atrevería a decir que muchos olivareros, no reconocen cuál es el aceite que están comprando”, comenta Baldomero Bellido, técnico de Asaja.

¿Qué tipo de aceite compramos? ¿Hay mucha diferencia entre un aceite de oliva, un aceite de oliva virgen y un aceite de oliva virgen extra? ¿Qué es el aceite de orujo de oliva? Éstas son muchas de las cuestiones que se plantean y que la nomenclatura de las etiquetas no ayuda a despejar.

A pesar de que la normas de comercialización llevan tiempo aplicándose, Baldomero Bellido reconoce que existe una lucha entre los productores, “que pretendemos que se dé valor y se reconozca el aceite de mejor calidad, y los envasadores, a los que realmente les interesa una nomenclatura llamativa de cara al consumidor sin la obligación de definir la calidad real de producto”.
Los principios generales del etiquetado exigen que no se debe inducir a error. Pero esto no siempre es así. Por ejemplo, se denomina a un tipo de aceite (virgen + refinado) con el nombre genérico “aceite de oliva”. “Lo que se etiqueta como aceite de oliva, añade Baldomero Bellido, lo es, pero además lleva una parte que no se obtiene directamente de la aceituna, sino de un aceite virgen con una acidez superior a 2 grados, denominado aceite lampante, al que se somete a un proceso de refinación en el que se alteran sus características originales”.

El mejor aceite, manifiesta Bellido, es el virgen extra, que se obtiene directamente de la aceituna y sólo mediante procedimientos mecánicos. No puede tener defectos (es decir, que en su cata no se hayan observado sabores y olores que le resten calidad) y una acidez libre por debajo de 0,8 grados.

Le sigue en calidad el aceite de oliva virgen, que al igual que el anterior, se obtiene directamente de aceitunas y sólo mediante procedimientos mecánicos. Se diferencia del extra en que puede tener algún defecto organoléptico (que el consumidor no llega a apreciar y sólo se descubre en catas muy especializadas) y una acidez por debajo de 2 grados.

Fuente: Agroinformación (04/03/2009)

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